martes, 20 de diciembre de 2016

Gracias a la rumba


Si lo dice Rumbatá, lo creo, porque expone lo que siente, y canta lo que piensa: “Gracias a la rumba”. Así de sencillo ha titulado el tercer disco, así de profundo ha de estar con los escarmientos de veinte años.

Musicólogos y cubanos universales han elogiado la resonancia del grupo de Wilmer Ferrán Jiménez, al punto de situarlo entre los cuatro grandes de la rumba cubana junto a Los Muñequitos de Matanzas, Clave y guaguancó y Yoruba andabo.

Esta agrupación le debe todo a ese complejo genérico al cual la UNESCO acaba de declarar Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, piropo generador de una ola súbita de “fans”, que por adeptos de ocasión se desmenuzan en la orilla. «Es triste que en Camagüey no hayan pensado en ir, no a Rumbatá, sino a los cultivadores, a la gente que lleva tiempo defendiéndola», lamenta Wilmer Ferrán.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Magnetismo


Entramos a Santiago de Cuba poco después de Fidel. Las guaguas solo podían llegar hasta el parqueo de Tropicana. A una hora de haber pasado el cortejo fúnebre por ahí, las ondas del lugar conservaban tal magnetismo que era como tocar al Comandante en Jefe. Un creyente en los espíritus tenía erizada la piel. Éramos 102 con la provincia en peso, y en todos, le aseguro, estaba completo El Camagüey.
 
A las tres de la tarde iniciamos la caminata a la Plaza de la Revolución Antonio Maceo. Dijeron que andaríamos más de un kilómetro a pie. No impactaba un sol ardiente, pero el calor entre ascensos y descensos nos hacía extrañar mucho las llanuras. Cuando parecía terminar la ruta, debimos seguir de largo por un borde, rumbo a la entrada del estadio Guillermón, entonces alguien en broma sugiere que para completar la hazaña estábamos a un paso de “asaltar el Moncada”.