Las
tres mujeres hicieron nada para retener la más fabulosa criatura de la
familia, que un viento de luz se llevaba del jardín. Ni un adiós a
la extraña muchacha, ni un pensamiento de alivio. A fin de cuentas,
para todos siempre fue la boba que comía con las manos, la de
poderes de muerte, otra de sus condenadas a la soledad. Por ese velo
jamás vieron la verdadera belleza en su absoluta bondad. Pobre
gente, nunca se le ocurrió que Remedios solo necesitaba amor.