La
imagen de un reloj de arena que se agota pone rostro al preámbulo
del medio milenio de nuestra villa, como si 500 años hubieran pasado
como indetenibles granitos, aunque el trayecto de Santa María del
Puerto del Príncipe a Camagüey ha sido largo y azaroso.
Convocatorias
rezagadas
para los artistas ponen en duda un proyecto de festividad pensado con
antelación. Una programación de cientos de actividades amenaza con
agotar el aniversario la primera semana de febrero. El ajetreo
constructivo devuelve el recuerdo del polvo y el fango que por mucho
tiempo señorearon aquí. Y tanto esfuerzo para alistar calles y
edificios parece bifurcar la esencia de la gran celebración.