En
el mundo ya solo vale la información que se transmite con
instantaneidad. Entonces, ¿por qué debería importar un libro como
Cartas
de viaje
si, a los efectos de esa rapidez, los textos de Aurelia Castillo de
González nos llegan con unos 130 años de retraso?
Sin
embargo, como no hace mucho advirtió el investigador Eduardo
Torres Cuevas, vivimos el momento más complejo y trascendental de
nuestra historia, porque “se está jugando con la no memoria de una
generación”.
Y Aurelia Castillo sigue siendo una auténtica desconocida, aunque se reconoció a sí misma sin ambages. “Soy de La Habana y suelo enviar a un periódico noticias de lo que veo”, 1 le dijo al químico y microbiólogo francés Louis Pasteur.
Para muchos resultará inaudito que una mujer fuera corresponsal en el siglo XIX, y aún más por lo que comprendió y expresó en el diario El País, desde septiembre de 1889 hasta mayo de 1890. Su hondura no encajó en el canon de su tiempo: “Salgamos de lo estético y vengamos a lo útil, a lo práctico, a lo indispensable ya para la vida”.2