martes, 6 de mayo de 2014

Alma


¿Cómo ser madre?, me preguntaba desde que estabas en el vientre. Solo era hija hasta hace muy poco y, por mucho que se aconseje, no es cosa que se aprenda de un manual. Y para mi sorpresa, las mejores lecciones me las has dado tú, mi doctora en ciencias de la maternidad.
 
A la vuelta de pocas semanas despejaste mis dudas, me quitaste los miedos con el lenguaje de miradas por palabras, con que me dices a cada instante que soy todo para ti.
 
Me has llenado de regalos diarios con ojos de azul que me traen el dulce recuerdo de tu bisabuelo Mipa, aunque la ascendencia del color también la disputa tu abuelo paterno.
 
El mayor de los placeres brota cada mañana cuando floreces con amplia sonrisa a punto de carcajada, y comienzas con tanto ajetreo con el ansia de saltar de la cuna a mi regazo.
 
No hay pesadumbre cuando a media madrugada me despiertas con cierto lloriqueo porque te orinaste y porque además tienes hambre. Sigo siendo inmensamente feliz.
 
Ante la cercanía del segundo domingo de mayo, todos los pensamientos y deseos de los hijos van para mamá, pero yo he querido hacer una excepción. Aunque este es solo el comienzo de un lazo de por vida, quiero agradecerte, mi niña, por darme la posibilidad de andar este camino infinito de ser y querer ser madre.