A
Tico
Andaba
con silencio inalterable, queriendo pasar como cualquiera sin ser
vista, entre el ruido de los carros y la gente, pero sabía escuchar
la música del mar cuando las olas rompen en la orilla. Comía
guayabas verdes, con la esperanza hecha un espantajo, y soñaba con
túneles sin luz. No veía nadie, acaso porque no tenía a quien
buscar. Tampoco sospechaba de alguien, también camuflado en lo
ordinario, que igual se escurría como mustio arroyuelo. Un día se
sorprendieron con el alma en el rostro, como regando lirios blancos,
en el verdadero principio de su propio camino.
Bueno, Yanetsy, parece que se encontraron. Ya ese crepúsculo tiene algo hermoso que contar a sus hijos.
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