martes, 5 de marzo de 2013

Cartas cosidas

 
Julia escribe con hilos sin descanso y cose una amistad en páginas de esperanza. Cuando la conocí, hace unos meses, acababa de recibir la única carta del año. Pero ella seguía lápiz en mano, buscando el bonito papel para contarle a su remitente cuánto hace por él desde en pueblito cubano.

Aquella mañana había que ver a la anciana compartiendo cada palabra que le llegó enardecida, a pesar del angustioso viaje desde una prisión. Mas ella traza el más íntimo de los diarios, a través de las esquelas, con los sentimientos en Minas por el hombre incautado.


Esta costurera de oficio nació en la comunidad de Amancio Rodríguez, en la costa sur de La Tunas. Jovencita se casó y vino a establecerse en uno de los ricos yacimientos humanos de Camagüey, que ha regado con cinco hijos, cinco nietos y una bisnieta. En la pequeña parece realizar su sueño de actriz de telenovelas.


Julia trabajaba en el taller de impedidos físicos del municipio, un lugar tan útil como invaluable, y aunque se jubiló, no hay manera de que pare en la casa. Con cuerda locura ahora desanda el pueblo, enamorando a niños y jóvenes, a adultos y viejos, para animarles a redactar cartas compañeras a las suyas, que contengan más sol y más luz para el solitario de la celda.

La pertinaz Julia fundó un comité de solidaridad en la escuela especial, y ha logrado que los niños la inunden de preguntas, le hagan carticas cariñosas para el buzón y la quieran de vuelta para que les cuente de su amigo. Esa abuela primorosa los ha contagiado con las ansias por cada respuesta nueva.

Como el lenguaje materno es universal, a menudo le pasa un telegrama a Mirtha, la madre del remitente, y conducto seguro en estos siete años de correspondencia. Ya suman 60 las epístolas. Aunque la mineña adoptiva dice que no hace nada en la casa por andar en la calle, ha hecho mucho por un doliente hogar de la familia cubana.

Cuando tenía 70 años de edad, Julia Medina empezó a escribirle a cinco cubanos, como si fueran hijos. Uno de ellos, Antonio Guerrero, le contestó. Desde entonces, todo su aliento entra al presidio en sus cartas cosidas al pecho, con el corazón compungido, pero con el alma hecha alas.

2 comentarios:

  1. Jaj, me pone feliz leer cosas con esta noble factura, tan llena de sentidos humanos, esos que se suelen perder en el camino de tanta globalización pretenciosa y hasta en innumerables veces, repugnante. Qué maravilla esta mujer cariñosa que siembre estrellas y soles donde si por otros fuera, habría solo espinas y oscuros sueños.

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    1. José, el sentido humano pierde mucho cada día. Por eso es una suerte encontrar personas como Julia. La esquizofrenia del mundo actual no hace ver el sol por sus manchas y no por su luz. También no hace olvidar que somos polvo de estrella. Gracias por su sensible lectura.

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