En la arena de la diplomacia, la vida parece resumirse a blanco, negro y gris. Por eso cada votación en la Organización de Naciones Unidas (ONU) resulta
un cuadro de tres tonos, para aquel que mire con frialdad los
monosílabos y descarte el alma de las cifras, que es descartar los
colores de un mundo diverso.
El año pasado, un representante de Estados Unidos se quejaba de que
Cuba presentara en la Asamblea General del mayor espacio aglutinante de
países, el “mismo informe” titulado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba” , con el que se insiste desde 1992.
Aquella observación intentaba ridiculizar el texto vivo de la mayor
de las Antillas, por las necedades del imperio anglosajón ofuscado en
ver nada más el papel y nunca la carne y la piel de los ciudadanos a los
que limita por prepotencia.
Hubo distracción mediática, en los intentos de hacer prevalecer el NO
de dos, los únicos inflexibles que hace 25 años persisten en cerrar
puertas, por encima del SÍ de 191 que apoyan porque saben la validez de tender puentes.
A la altura del 2016, el perjuicio a la nación caribeña de las
rebeldías sobrepasa los 125 mil 873 millones de dólares, debido a un daño económico al pueblo cubano que asciende a 753 mil 688 millones de dólares.
Caer en las trampas del monosílabo es fácil, y eso entraña el desafío
de desentrañar el significado de la cifras. Dentro de unas horas Cuba
presentará eso “mismo” que cada año resulta diferente, porque cada año
aumentan las dificultades, los sueños truncados a medio camino aunque
las malas energías, a pesar de todo, no han confiscado nuestras utopías
ni han desinflado nuestras esperanzas.
Al principio de las votaciones, eran numerosas las abstenciones y las
ausencias, y poco más de la tercera parte estaba de acuerdo con
nosotros, aunque los en contra nunca pasaron de cuatro. Del 2006 en lo
adelante, nadie falta, y eso nos dice de la voluntad de tomar parte en
un ejercicio de reconocimiento internacional.
Cuba tiene la vocación de la resistencia, una cualidad admirada por
casi todo el mundo. ¿Cuánto vale y cuánto cuesta ser paradigma en el
mundo actual? Conlleva la práctica cotidiana de no claudicar, de la
preservación de los principios innegociables, el tomar aliento de esa
energía renovable de la revolución de la constancia.
En la arena de la diplomacia, Cuba anda con el traje natural de la
inteligencia, e inteligencia no es otra cosa que la capacidad de elegir,
y en la ONU hemos elegido estar para compartir, para convencer, para
sumar a pintar con todos los colores las opacidades y los sinsentidos
que no tienen el beneficio de la luz del trópico.