martes, 20 de diciembre de 2016

Gracias a la rumba


Si lo dice Rumbatá, lo creo, porque expone lo que siente, y canta lo que piensa: “Gracias a la rumba”. Así de sencillo ha titulado el tercer disco, así de profundo ha de estar con los escarmientos de veinte años.

Musicólogos y cubanos universales han elogiado la resonancia del grupo de Wilmer Ferrán Jiménez, al punto de situarlo entre los cuatro grandes de la rumba cubana junto a Los Muñequitos de Matanzas, Clave y guaguancó y Yoruba andabo.

Esta agrupación le debe todo a ese complejo genérico al cual la UNESCO acaba de declarar Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, piropo generador de una ola súbita de “fans”, que por adeptos de ocasión se desmenuzan en la orilla. «Es triste que en Camagüey no hayan pensado en ir, no a Rumbatá, sino a los cultivadores, a la gente que lleva tiempo defendiéndola», lamenta Wilmer Ferrán.


Incluso el Instituto Cubano de la Música le obsequió por el cumpleaños –aunque pasado de fecha porque nació el 7 de abril de 1996− la primera gira nacional, emprendida a mediados de noviembre por Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Santa Clara y Matanzas, y cuyo término será en La Habana, en enero de 2017.

Tampoco por gusto el Instituto lo seleccionó para el Fórum Internacional de Música Primera Línea, una audición el pasado septiembre solo a 14, de los más variados géneros, los primeros para esa puerta a la promoción en escenarios foráneos. «Ahora a esperar por esa oportunidad de grabar con disqueras extranjeras. Quisiera ese regalo, porque tenemos repertorio para eso», me dice Wilmer Ferrán.

En efecto: sobrepasa los 150 temas. En su modesto “estudio-taller” graban para sí mismos cuanto les nace. Como tienen el oído en la base, les conmueve y les compromete lo del pueblo, de ahí el hermoso 500 rosas, inspirada en la fundación de su ciudad, y la Columbia para el Comandante, por los 90 de Fidel, tema francamente honesto, movilizador: «Estoy contento con el tema, por aportar siempre. Con el Comandante uno se queda corto, en la rumba no se puede ampliar tanto pero se logra algo bonito, con sentimiento y  verdad».

EL DISCO EN LA CLAVE
Empecé por el disco y seguí de largo por la polirritmia intrínseca a la vida de esta agrupación. Ya grabaron los doce temas, sin invitado, porque con el fonograma el grupo se toma el pulso en el juego serio con los ritmos que unos clasifican de guarapachanguear. «Yo le llamo a eso guarachar con la clave de la rumba un poquito más lento, y que se pueda mover todo tipo de público e influenciar a la juventud a través de los cajones» prefiere Wilmer Ferrán.

En “Gracias a la rumba” debuta el cantante Pucho, y el rapero se estrena con la voz en el complejísimo yambú, por el tema “Pa´ qué te diste la vuelta”. Rompiendo las reglas llegaron a “Fueron tres golpes de más”. También atraviesan el guaguancó y la columbia, preferida para el testimonial “Soy Rumbatá”.

Solo un tema no es de Wilmer: “Identidad”, de Pablo Milanés, por su espacio sincero a la Nueva Trova. Recordemos la versión de “Candil de nieve”, de Raúl Torres, en Rumbatá (EGREM, 2008), y “Oleo de una mujer con sombrero”, de Silvio Rodríguez, en La rumba del siglo (Bis Music, 2010).

“Gracias a la rumba” incluye un bonus track, que su productor de siempre, Manolito Simonet, propició al juntarlos en el set de grabación para el tema “Llorarás”, de Oscar D’ León, con la orquesta venezolana La Dimensión, y con Sixto Llorente, El Indio. El disco saldrá con el sello de Bis Music, confiemos que a principios del 2017.

«Pido al consejo de expertos de Cubadisco, en el que participamos mucho, que nos analicen de verdad, que noten si hay o no sinceridad, si es o no Rumbatá, que lo analicen técnicamente para que los músicos se sientan bien», desea Wilmer Ferrán.

¿QUÉ DICEN LOS QUE SABEN?
Una virtud del grupo es la conciencia de sí mismo, de su historia y su memoria. En 2015, Ledys Beatriz Ferrer Arias, ya licenciada en Estudios Socioculturales, desarrolló su trabajo de diploma: “Trayectoria artística de la agrupación músico-danzaria Rumbatá dentro del contexto rumbero cubano”. Allí aparecen valiosos criterios:

Manolito Simonet, director del Trabuco y productor de sus tres discos: “Rumbatá tiene una línea melódica que los define, hacen una rumba moderna y por eso el público los sigue”.

Helio Orovio, musicólogo, fallecido, quien los calificó como la revelación de la rumba del siglo XXI: “Tiene una cosa muy buena que no todos los grupos de rumba poseen que es un coro, unas voces bien montadas, bien ensambladas, bien afinadas. Los solistas en las improvisaciones ponen lo que hay que poner. El ritmo no solo es rico, dinámico, sino muy creativo. La polirritmia que desarrolla por los distintos percusionistas está muy bien lograda, novedosa; está un poco en el medio, lo siento así, entre lo tradicional y la innovación”.

Frank Fernández, pianista vivo más laureado de Cuba: “Para mí la afinación de los coros de Rumbatá es la más perfecta de los grupos rumberos de Cuba (…) Se establece un diálogo, un contrapunteo entre la percusión y los coros con una independencia tremenda desde el punto de vista rítmico. Sin embargo, hay una columna vertebral fundamental y homogénea a ambas libertades, que son libertades totalmente controladas por un ritmo interior que tienen los rumberos. Yo soy de ahora y para siempre un admirador de Rumbatá”.

ALGO MALO VA A PASAR
«No podemos seguir pensando que algo malo va a pasar. Cuando pasa, la rumba no está presente», asegura Wilmer Ferrán, porque le han disparado ese sambenito desde el inicio, pero la resistencia es otro de nuestros patrimonios nacionales.

Fuera de su llanura reclaman mucho a Rumbatá. De Oriente a Occidente. Acudo a dos ejemplos recientes. En Santa Clara estudiantes de danza acompañaron con coreografías todo el concierto. En Matanzas le acogieron fervorosos Diosdado Ramos y los Muñequitos, AfroCuba, Los Reyes del Tambor, La Columbia del Puerto…: «Te pone contento saber que Rumbatá forma parte de esa familia rumbera que acontece en el país completo», aduce el camagüeyano.

Pero el asunto no se cuece en la misma salsa, porque se va de los condenados a lo marginal, al extremo de lo reconocido como lo excelso. Me explico: el pianista Frank Fernández, Premio Nacional de Música, se ha declarado para siempre admirador de Rumbatá, y Juan Formell con Van Van compartieron su escenario en la ciudad de Camagüey. Manolito Simonet decidió ayudarlos desde el primer momento, y se lanzó como productor de rumba, un crecimiento profesional para ambos. Deferencia insospechada para lo que empezó como un proyecto de músicos empíricos al abrigo de la Asociación Hermanos Saíz.

Decir que les cumplieron el gusto del festival Rumbatéate, con participación nacional, no es suficiente. Si es por eso hay que esperar dos años para tenerlos a mano. Para sede ya le dieron un local, pero aun no sirve para tocar una clave. ¡Con tantas plazas, Camagüey, con tantas, y sin embargo, poco, nada! Por eso el director advierte un cambio en su enfoque laboral: «Tenemos que arrimarnos más a la capital, porque quiere que tengamos trabajo, que se nos escuche y se nos vea».

Ojalá su provincia se montara de verdad en el tren de la UNESCO. Camagüey también tiene rumba. La rumba sigue ahí, en las venas, clara, pegajosa, asombrosamente fuerte a pesar de los cercos (in)humanos, sin la contingencia de las restauraciones.

Gracias a la rumba, Rumbatá.

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