lunes, 24 de junio de 2019

Recordando a Papito García



Cada nueva edición del San Juan Camagüeyano me confirma la falta que nos hace Papito García Grasa, quien fuera un investigador de folclor cubano y un rumbero natural. Falleció el 10 de junio del 2012, a los 72 años de edad. Hoy comparto el texto publicado seis días después en el periódico Adelante, para que nos ilumine desde dondequiera que esté.

Papito

Papito García me ha puesto la más difícil de las pruebas periodísticas: escribirle ahora
que su sonrisa es un dulce recuerdo y su voz un eco en la memoria. Las palabras huyen de mí para buscarlo en ese espacio mítico donde otra vez puede caminar y arrollar mientras canta: Señores camagüeyanos, señores camagüeyanos, asómense al balcón, asómense al balcón, que ahí viene La Farola sonando el cuero...

Conguero de San Luis Beltrán y por ende, tocador de tambor, más que guitarrista. Negro con piel de blanco, ayudado a nacer por comadrona, a una cuadra de la plazoleta de Bedoya y a otra de la del Cristo. 

Su barrio fue su escuela natural porque creció muy cerca de un cabildo. Y sus amigos, la inspiración y la fuente principal de sus búsquedas de los elementos de las culturas africanas en nuestras raíces, cuando en Camagüey el tema no interesaba ni a investigadores ni a historiadores. Lo intuitivo tuvo la guía de eminentes estudiosos como Argeliers León, quienes también aprendieron de él, pues su máxima voluntad era compartir el conocimiento.

A la conga y la rumba le debo el acercamiento a Papito, un día del 2008 cuando por teléfono me contó con inmensa alegría del fortuito reencuentro con sus informantes, casi medio siglo después. 

Al revisar algunas grabaciones dio con los nombres de los primeros tocadores del Camagüey. Solo quería sacarlos del anonimato porque ellos alegraron mucho al pueblo. Su archivo personal constituye un tesoro invaluable, tanto como el de su mente enciclopédica, de abundante y exclusiva información que probablemente no supimos aprovechar y perdimos para siempre.

Camagüeyano de los entusiastas, de los sencillos y los afables, de los nostálgicos de la manera de vivir y ser antes en el barrio; de los que expresan la cultura popular al sentir el ritmo de una conga; de los que hacen del amor un eterno bolero, el bolero interpretado en el escenario y en el hogar junto a su mulata Idalgisa.

Quizás algún lector me reclame las distinciones y los viajes y los eventos y el amplio andar de un fundador de muchas cosas. Pero este es el Papito García que conocí, mi vecino de la calle Cisneros, el viejito siempre sonriente y gentil que desde la puerta de su casa te entraba a su corazón, y con el primer saludo ya era una persona entrañable y querida como de toda la vida.

Papito García me ha puesto la más difícil de las pruebas periodísticas, y las palabras se vuelven un canto, su canto de despedida: Aé, Mayombe/ Mayombe llama/ Mayombe me llama/ Mayombe se va/ Mayombe ya viene/ Mayombe se va...

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