Dos
viernes atrás dirigimos nuestra mirada a La hoja de la caleta,
desde la visión de habitantes de Santa Cruz del Sur, por la
pervivencia en ellos de la experiencia del rodaje, y porque sus
protagonismos visibles o anónimos fueron vitales para la concreción
de esta película. Hoy enfocaremos el otro equipo de realización,
para calibrar lo que no se ve en la pantalla.
La primera exhibición en la ciudad de Camagüey de ese filme cubano dirigido por Mirta González y Jorge Campanería ocurrió el 27 de enero en El Circuito, donde antes funcionó el cine Encanto. Justo allí afloró lo insospechado.
EL
GUIONISTA
Tal
vez lo más conocido del proceso inicial de La
hoja de la caleta
es la historia de su guionista, Pavel Alejandro Barrios Sosa, quien a
partir de una vivencia de la esposa construyó un relato literario en
el 2009. Hizo una versión para un curso de guion radial en Radio
Cadena Agramonte
que conmovió tanto a su amigo Jorge Campanería, quien le propuso
llevarlo al medio audiovisual.
“En
mi carrera de Historia del Arte recibí Televisión como una
asignatura más, y di el formato de guion de programas culturales.
Nunca pretendí hacer un dramatizado, aunque he tenido la voluntad de
escribir. Inmediatamente aceptaron el guion pero lo querían como
teleplay”,
me cuenta.
La puesta en pantalla de un cuento llega a unos 20 minutos, y la del teleplay, a 45 minutos. Imagino el desafío de pensar en imágenes para la casi hora y media del filme. Me lo confirma con sus meses de estudio, su presencia en el rodaje para darle sentido a escenas ante lo imprevisto, e incluso con las lecciones la noche de la premier en Santa Cruz del Sur.
“Me
senté en el parque con la gente. Quería escuchar. 'No sabe freír
pescado', dijeron de una escena de Tomás en el bote. 'Mira pa'llá,
ni servir sabe', señalaron cuando se le desbarató el pescado en el
plato. La Habana lloró con la película. En Santa Cruz la asimilaron
desde los rudimentos de su vida cotidiana. Han hecho suyos los
personajes: a cada borracho lo llaman Tomás y a la chismosa del
barrio, Chichita. Hay que ver cómo trasciende allí la película”.
EL
PRODUCTOR
El
cine es un arte caro, porque se trata de una industria. De tanto
escucharlo suena como un eslogan, pero pesa como la más cruda
realidad. El asunto se complejiza cuando se pretende hacer desde la
estructura de la Televisión
Cubana.
Por eso, al productor Oigrés Suárez Suárez le pregunto cuánto
cuesta ser representado:
“Las
producciones televisivas tienen problemas económicos y logísticos,
y hay que alquilar cámara, sonido, pagar hospedaje, alimentación,
transporte. Un teleplay
en La Habana cuenta con un cuarto de millón de pesos cubanos y un
mínimo de CUC. Nos dieron un algo más, pero tuvimos que tocar
puertas. Muchas cosas nos salieron a precios módicos porque el
Gobierno Provincial de Camagüey colabora siempre”.
LA
COMUNICADORA
Según
Oigrés, los decisores de la capital apoyaron porque la película
abre el diapasón de la Casa Productora de Telenovelas, donde trabaja
la jovencita Dayana Hernández Valdés, productora y especialista en
Comunicación:
“La
empresa cambia la perspectiva. Ya hizo Viva
Cuba
(2005),
Habanastation (2011)
y La
guarida del topo
(2011), que tomaron caminos diferentes. Con La
hoja de la caleta
diseñamos una estrategia de promoción para comercializar, presentar
en festivales y concursos. Se quiere llegar lejos. El tema se ha
tratada, pero Santa Cruz del Sur le da otro toque; se unieron equipos
de Camagüey y La Habana, es la primera película de Mirta, y
contiene la esencia educativa de nuestra producción audiovisual”.
EL
POSTPRODUCTOR
Queda algo por esclarecer. ¿Por qué la defienden como obra de cine y
no de televisión? Era preciso conversar con Alfredo Ureta, un
realizador con obra profusa en el video clip, y que tuvo el encargo
de “hinchar” La
hoja de la caleta.
“Ya
casi ninguna película se hincha a 35 milímetros. Se hace
un proceso digital para confeccionar un DCP (paquete digital para cine), que permite un formato de calidad
para salas de circuitos internacionales. Como se filmó
para la televisión era un proceso complicado. Abel
Milanés, excelente postproductor de imagen radicado en Vancouver,
Canadá, tenía espacio; y para el sonido 5.1
Surround me
puse de acuerdo con otros artistas que tienen un estudio en Estados
Unidos”.
Luego aprovecho para despejar enconados criterios a partir de este filme: “Ese prejuicio de decir esto es cine y esto televisión es anticuado. Las barreras se desvanecen. El mundo tiende a fusionarse. ¿Por qué no tienden el cine y la televisión? Vale la pena incorporar los métodos de trabajo de uno a otro. Lo importante de una obra es que llegue a la gente, que emocione y sea digna. Esta película merece que se ponga en todos los medios posibles”.
En
El Circuito, Mirta recibió la distinción Espejo de Paciencia.
En la foto está junto a Campanería, Pavel, Oigrés y la asesora Marisel Pestano. |
LA
DIRECTORA
Todo
el equipo venera a Mirta González. Comprendí los motivos al conversar con ella: “De aquí he recibido cosas hermosísimas. Mis
50 años de trabajo me los festejó Camagüey, no Villa Clara ni La
Habana ni la Uneac. Soy también un poco camagüeyana, ahora más con el Espejo de Paciencia”.
Luego de su gratitud por los santacruceños indago por la ridiculización del filme en boca de un crítico de cine a través del Canal Educativo: “Hicimos La hoja de la caleta y la llevamos a cine, pero los cineastas y muchos críticos consideran que así no es, que tiene que nacer, crecer y exhibirse en el cine. Yo creo lo contrario. Lo perfecto es que se fundieran”.
─De
los artistas de la Televisión Cubana está entre los inconformes, ¿por qué?
─La
gente considera como yo que el cine es el máximo. También creo que
la televisión por masiva puede transformar más, igual que condenar
y deformar. La televisión trae un descrédito de base porque viene
de un quehacer de venta. Los productores quieren que se haga en
tiempo récord, por tanto, no se utiliza racionalmente la posibilidad
de la imagen, ni se le da ritmo ni movimiento escénico ni
profundidad en el carácter. Mis obras tienen un trabajo dramatúrgico
profundo porque lo aprendí y lo probé en el teatro, la radio, la
televisión y el cine.
─Me
llama la atención la sutileza en el enfoque de género. ¿Fue una intención o una casualidad por
la confluencia de mujeres en el staff?
─Me
molestan las posiciones absolutamente antagónicas. Yo creo en el ser
humano. Los hay válidos y detestables. En este país que ha sufrido
el exilio, la ruptura de la familia, no creo culpable el que se va y
víctima el que se queda. La familia es un núcleo para mantener
unido aunque se esté en lugares diferentes. La obra no tiene buenos
y malos, sino gente con decisiones para respetar. El valor de la
película son los seres humanos que aman y se aman a pesar de todo.
EL
CO-DIRECTOR
A
Jorge Campanería intenté provocarlo con aquello de que la dirección
a cuatro manos me resultaba un cuento de hadas, y que en la concreta
para mí Camagüey tenía la historia y Mirta González, el nombre.
“Los dos realizadores tenemos maneras de percibir la realidad y de llevarla a la pantalla, pero con Mirta no me sorprende ni me molesta porque no es la primera vez. Antes hicimos el teleplay Cuní Cuní. Me encanta el plano del aprendiz”.
“Los dos realizadores tenemos maneras de percibir la realidad y de llevarla a la pantalla, pero con Mirta no me sorprende ni me molesta porque no es la primera vez. Antes hicimos el teleplay Cuní Cuní. Me encanta el plano del aprendiz”.
Entonces intenta convencerme de su formación como espectador del Séptimo Arte, al calor de la cinemateca con Luciano Castillo y los cineclubes de la ciudad, y del propósito de impregnar ese espíritu a su colectivo de Televisión Camagüey:
“Mirta
es una cineasta en la televisión. La
hoja de la caleta
resume todo un trabajo al lado de una sabia. Defendemos el caudal de las provincias. Aquí hay actores y técnicos
camagüeyanos, como la directora de fotografía Daini Basulto y el
actor Yohandis Aballe. Se potenció gente con talento y con deseos de
hacer. Que ocurra en Camagüey resulta una bendición. No será
el último proyecto. Se necesita tiempo, dedicación y empuje”.
Volviendo al principio, como suscribí dos viernes atrás, se equivoca el que piense que La hoja de la caleta es solo una película. Su tiempo de vida no termina cuando se acaba en la sala oscura, al contrario, sigue naciendo por la voluntad de hacerla caminar más allá de nuestros límites. Por eso, te invito a apreciarla como proceso y no como resultado, porque el cine es compartir.
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