lunes, 18 de junio de 2018

Poética de lo sagrado


No puedo callar mi angustia por el mundo que se nos impone. No puedo negar mi obsesión de perseguir lo que pueda ayudarme a comprender e interpretar la realidad, pues como se ha insistido, interpretar la realidad es casi llegar a transformarla. Confieso que premeditadamente yo no andaba buscando este libro de Adolfo Colombres. Llegó a mis manos gracias al Taller Nacional de Crítica Cinematográfica, y ha sido un descubrimiento, un tesoro. ¿Por qué?
Cada vez somos más cómplices del desarraigo afectivo. Buscamos por la web el contacto humano, con la torpeza de intentar suplir la carencia del encuentro personal. Se nos quiere convencer de que la lógica de nuestro tiempo entraña el vértigo de sucumbir en las autopistas de la información. Se nos hace creer que valemos por la hiperconectividad, aunque limite los lazos familiares y fragmente los espacios de relación cotidiana.
Esto que vivimos ya tiene nombre. Se llama modernidad líquida, una ocurrencia de Zygmunt Bauman para señalar la atrocidad del imperio de la seducción y de la obsolescencia. Ante semejante malestar cultural solo pregunto: ¿es posible anclar hoy nuestras certezas?
El argentino Adolfo Colombres ayuda a responder con su Poética de lo sagrado. Una introducción a la antropología simbólica (Ediciones ICAIC, 2016), libro peculiar en el panorama editorial cubano, porque da otra dimensión de la lectura dentro de la ensayística latinoamericana.
El culto a la diferencia se monta sobre la pérdida real de la diferencia” recalca este autor que ha escrito desde la perspectiva de la evolución de la especie humana, y ha cumplido su propósito de ahondar en los procesos de significación de la realidad, para contrarrestar lo que se ha catalogado como la era del vacío, debido a la incidencia de imágenes falsas y superficiales.
El espacio, el tiempo y el nivel de realidad son puntos de vista de los que depende su poder de persuasión, al desmontar la mala práctica de caracterizarnos desde la deshumanización y la mitificación, y por el hecho de asumir la herencia del desconocimiento como problema de aprendizaje, y no como falta de humanidad.
Poética de lo sagrado… es un ejercicio admirable de la escritura como vínculo sígnico. También como lección diáfana enseña acerca de procesos y significados, de una manera de interpretar las situaciones culturales, y de la importancia de saber integrar las culturas. Precisamente se ha destacado la contribución de este texto a los estudios sobre los imaginarios populares, por la reafirmación de la identidad.
Adolfo Colombres reivindica el espíritu: “Todos poseemos una zona sagrada, ajena en principio a las religiones y nuestro deber es no dejar que la colonicen, que claven en ella sus miserables banderas, porque entonces se habrá acabado todo, no seremos ya pueblos dignos sino langostas que se arrojan vorazmente sobre las mercancías”.
El ensayo alude al fenómeno del individualismo contemporáneo, a lo frágiles que somos en las sociedades telemáticas, donde se generan otras formas de fuga y de ausencia del mundo. Cuando nos debatimos entre la agresión y el temor, andamos con el riesgo de dejar de ser, y de que se nos arrebate la voluntad de querer ser:
Quienes trabajamos con las herramientas del arte y el pensamiento crítico debemos ser conscientes de que estamos ante una verdadera guerra de imaginarios, y que para librarla con éxito debemos perfeccionar las armas milagrosas e intangibles que el hombre fue creando a lo largo del tiempo para significar la vida, oponiéndose así a los heraldos de la muerte, que a veces matan con solo decir, sin derramar una gota de sangre”.
Termino recomendando la lectura de Poética de lo sagrado… con una idea que, gracias a estas páginas, despejan mi interrogante inicial: ¿es posible anclar hoy nuestras certezas? Nos quedará el indicio de la duda, mientras no permitamos que nos confisquen la capacidad de sentir ni el privilegio de pensar.

2 comentarios:

  1. Ja, uno de los mejores estudios que he leído sobre Casal lo ha escrito una camagueyana, y ahora me encuentro un alma gemela que ama la antropología simbólica y... también es de Camaguey. Definitivamente yo debería ir pensando en permutar mi apartamento habanero por aunque sea un tinajón en la tierra de Agramonte. Ya decía mi madre que Camaguey era la aristocracia de Cuba. Lamento no disponer de tiempo para pedirte permiso, pero este artículo lo voy a rebloguear en mi blog Hija del Aire. Espero no te molestes conmigo porque lo hago con la mejor de las intenciones. Yo también soy periodista. Un placer encontrarte.
    Gina Picart

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  2. Yo conocí a Bauman en el Festival Literario de Madeira, y tuve el privilegio de escuchar una conferencia suya sobre la modernidad líquida. Ojalá hubieras estado allí. Fue una experiencia trascendente.
    Gina

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